Registro del PCI venezolano para la Humanidad

En las Directrices Operativas para la aplicación de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO de 2003, específicamente en su Capítulo I, concerniente a la Salvaguardia del PCI en el Plano internacional, cooperación y asistencia internacional, se han establecido cinco criterios, que demandan ser demostrados en cuanto a  su cumplimiento, de cara a la solicitud de inscripción de elementos en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia, así como, en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En este sentido, en todos los expedientes de candidatura que el Estado venezolano ha propuesto ante las dos Listas, tal y como demanda el referido Capítulo I; en sus apartados I.1, definido para la Lista de Salvaguardia Urgente y I.2, para la Lista Representativa, se ha puesto en evidencia, que los elementos postulados e inscritos, reúnen cada uno de los criterios exigidos. 

De estos criterios, se destacan en este espacio, dos de ellos. El primero es conocido como U.5, y corresponde a la propuesta de inscripción de elementos en la Lista del Patrimonio Cultural que requiere medidas de  Salvaguardia Urgente. El segundo, llamado R.5, compete a las solicitudes de inscripción ante la Lista Representativa del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Para ambos, el texto que les fundamenta es el mismo, y reza: “El elemento figura en un inventario del patrimonio cultural inmaterial presente en el (los) territorio(s) del (de los) Estados(s) Parte(s) solicitante(s), de conformidad con los Artículos 11 y 12 de la Convención”.

Afortunadamente, para el cumplimiento de sus acciones en materia del Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial, la República Bolivariana de Venezuela, cuenta con el Registro del Patrimonio Cultural de Venezuela (RPC-Venezuela). Este sistema es liderado y llevado a cabo por el Instituto del Patrimonio Cultural, en base a lo establecido en el Artículo 10 de la Ley de Protección y Defensa del Patrimonio Cultural de la República.  

A partir de una perspectiva cualitativa, y tras la aplicación del método de investigación-acción participativa en el seno de las comunidades, grupos e individuos portadores del patrimonio vivo, el Sistema RPC-Venezuela, identifica y sistematiza de manera permanente, los elementos presentes en todo el país, incorporándolos a su base de datos, a partir del llenado de fichas de registro, previamente diseñadas. La información sobre el patrimonio cultural inmaterial está disponible en el sistema, de manera pública; es actualizada de manera periódica, y puede ser visualizada en el sitio web del IPC.

Desde esta plataforma, el Instituto del Patrimonio Cultural, en estrecha articulación con el Centro de la Diversidad Cultural, Núcleo Focal ante la Convención de 2003, y las comunidades y grupos concernidos, ha realizado el inventario de los elementos del Patrimonio Cultural Inmaterial, inscritos y postulados para su inscripción ante las Listas de la Convención de la UNESCO de 2003. Estos elementos son mostrados acá, así como en el sitio oficial del Instituto del Patrimonio Cultural.

Patrimonio Cultural Inmaterial Venezolano

Ciclo Festivo alrededor de la dovoción y culto a San Juan Bautista

La celebración en honor a San Juan Bautista es una manifestación, ritual, ceremonial, festiva y colectiva, asociada al solsticio de verano, así como lapresencia del agua yel fuego, que hacen del elemento una expresión cultural donde se entremezclan sentimientos, cantos, música, ejecución instrumental y bailes, con la religión (Católica) y las creencias populares, reuniendo a una gran cantidad de devotos en distintas localidades del territorio venezolano. 

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Cantos de trabajo de llano colombo-venezolano

En una forma de comunicación que surgió en la estrecha relación establecida por la sociedad humana con los ganados bovinos y equinos en ese proceso de construcción del paisaje socio productivo de las tierras planas y bajas de la región de los Llanos. Se caracterizan por contener conocimientos y procesos identitarios relativos al modo de vida, valores y sentimientos de hombres y mujeres, que en la interacción directa con la naturaleza propia del Llano, a lo largo de siglos mediante la oralidad, han transmitido de generación en generación la capacidad humana de improvisar o entonar coplas, cuyo contenido y funcionalidad las inscribe en el trabajo del llano. Consisten en suerte de tonadas ejecutadas a capella cuyas líneas melódicas se prologan a voluntad del cantor, con muy escasa o ninguna sujeción a ritmo o medida que se estructuran sobre texto cuya forma básica aunque no única) es la cuarteta octosílaba de asonancia en los versos pares, aderezada de elementos paratextuales como gritos, japeos, silbidos y diversas vocalizaciones no articuladas. 

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El Carnaval de El Callao: Representación festiva de una memoria e identidad cultural

El Carnaval de El Callao es una expresión festiva, resignificante de la memoria e identidad local, cuyos orígenes se asocian a los cannes brulées, fiestas de emancipación celebradas en las islas francoparlantes del Caribe.

Alrededor del Calipso, la representación simbólica de personajes históricos y fantasías creativas, conciertos y bailes en las calles del pueblo, engranan lúdicamente prácticas, conocimientos, valores, instrumentos musicales y espacios significativos para el encuentro y la remembranza identitaria.

En el Calipso se ejecutan instrumentos tradicionales, tales como el cuatro -cordófonos-, bumbac y tambores largos –membranófonos-, charrascas y cencerros -idiófonos–; instrumentos eléctricos: guitarra y bajo. Originalmente sus letras, de contenido satírico, crítico o afectivo, eran cantadas en patois, lengua propia de Las Antillas y actualmente también en español e inglés.

El Carnaval transcurre entre recorridos independientes de las comparsas que parten desde sus correspondientes sedes, sin entrecruzarse en la ruta. A lo largo del trayecto, la comparsa incrementa el número de participantes iniciales —200 a 300—, hasta alcanzar entre 1.500 a 3000, por la incorporación espontánea de residentes y visitantes.

El Carnaval ocurre en un ciclo festivo de dos meses. Inicia en enero con el “Grito de Carnaval” y ensayos domingueros. Tiene su máxima expresión hacia finales de febrero y principios de marzo, en fecha variable según el calendario católico. Comprende una semana de celebraciones continuas que culminan el martes de carnaval a las doce de la noche, cuando los portadores hacen un alto a su fiesta y retornan al curso cotidiano.

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Conocimientos y tecnologías tradicionales para el cultivo y procesamiento de la curagua

Los conocimientos y tecnologías tradicionales para el cultivo y procesamiento de la curagua conforman un cuerpo complejo de saberes y prácticas tecnológicas significativas relacionadas a la siembra de esta planta, al procesamiento de las fibras derivadas y la elaboración de productos artesanales mediante técnicas de tejido. El elemento reúne competencias especializadas en las características ecológicas locales para el cultivo de la curagua, en la técnica específica de extracción de las fibras (tallado) y su procesamiento, hasta convertirlas en los hilos para la elaboración de productos artesanales a partir del entrelazado de elementos. Caracteriza la fibra su fortaleza, durabilidad, blancura y suavidad.

El dinamismo y la innovación del elemento se evidencian en la combinación de los conocimientos prehispánicos sobre la botánica y aprovechamiento de las fibras de la curagua y del moriche (Mauritia flexuosa), junto con la incorporación creativa de herramientas, procesos y materiales foráneos sin perder su particularidad local. Los saberes tecnológicos de la curagua se materializan siguiendo cuatro etapas sucesivas de producción, que incluyen:

1. El cultivo: implica la preparación del terreno, la siembra y cuidado de la planta durante dos a tres años.

2. El tallado: extracción de la fibra de la penca de curagua mediante un movimiento de despeje, utilizando una cuerda de la misma fibra y una herramienta local (tortol).

3. El procesamiento: serie de subprocesos para acondicionar la fibra y producir el hilo (lavado, secado, raspado, encabezado, escarmenado, hilado).

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La tradición oral mapoyo y sus referentes simbólicos en el territorio ancestral

“La memoria cultural mapoyo, sus prácticas y espacios simbólicos tradicionales”, como elemento unitario, es un patrimonio inmaterial vivo que se estructura a partir de una serie de representaciones colectivas cimentadas en la historia local, y recreadas permanentemente en la memoria colectiva y el territorio ancestral. Las  narrativas orales constituyen el principal vehículo de los símbolos que confieren significado al espacio y a las formas propias de relacionarse con la naturaleza. Este elemento comprende a su vez un cúmulo de conocimientos prácticos que se expresan en los calendarios productivos, la alimentación, la etnomedicina, las técnicas constructivas y los saberes ecológicos tradicionales. De manera invariable, esta unidad se encuentra fundamentalmente vinculada al espacio simbólico y a la identificación de referentes geográficos que sustentan el autorreconocimiento, la identidad y el respeto hacia la naturaleza. 

“La memoria cultural mapoyo, sus prácticas y espacios simbólicos tradicionales”, es una expresión vivaz de la conexión estrecha que este pueblo ha mantenido con su territorio, el cual no se limita a un espacio material proveedor de recursos vitales. Entre los mapoyo, las sabanas, los ríos, las lagunas y los cerros que integran su territorio ancestral son lugares impregnados de un alto valor simbólico, por sus complejos significados e instructivas metáforas que aluden a personajes míticos y eventos históricos locales. Este espacio simbólico constituye una historia viviente que, a través de cuentos, prácticas y memorias conecta a los individuos con su pasado y proyecta a las nuevas generaciones hacia el futuro colectivo deseable. 

Desde la perspectiva mapoyo, este patrimonio inmaterial fue legado por sus ancestros y desde entonces ha sido transmitida de manera ininterrumpida a las generaciones subsiguientes. Los lugares de memoria están referidos a más de treinta accidentes geográficos, con una identidad y rol un rol social propios, que representan un capítulo de la historia y mitología mapoyo. Un ejemplo ilustrativo  es el caso del Cerro Las Piñas. Los mapoyo cuentan que allí sucedió “El suicidio masivo”, un mito que narra las consecuencias que ocasiona la transgresión de las normas sociales durante la realización de un ritual. Otro ejemplo significativo son las narraciones que reconocen en los cerros Caripito y Perro Enrollado la morada de seres extramundanos y la figuración  de animales que existieron en un tiempo mítico. El espacio simbólico mapoyo también incluye una serie extensa de referencias narrativas a lugares ceremoniales antiguos y contemporáneos; algunos de ellos con uso ritual y funerario, como la Cueva del Cerro Las Piñas, El Corozo, Caripito, Cueva de Los Muertos, Cueva del Caño Ore y Cueva Piedra Mapoyo.

Otros sitos que componen el espacio simbólico mapoyo se entremezclan con episodios emblemáticos de la historia de la Independencia nacional; como la narración referida a “La batalla en el Cerro Castillito”, según la cual los mapoyo lucharon junto al ejército patriota por la libertad del país. Se dice que fue en el pueblito de Villacoa donde el Cacique Paulino Sandoval recibió la espada del Libertador Simón Bolívar y la daga de José Antonio Páez, además de la titularidad de las tierras ocupadas. Según recuerdan los portadores, Bolívar ofreció tres tipos de recompensas: dinero, convertirlos en mercaderes u otorgarles títulos oficiales de sus tierras. “Nuestros ancestros”, narran los mapoyo, “escogieron la tierra”. 

El patrimonio inmaterial se reproduce en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Mientras que las actividades económicas se rigen de acuerdo al calendario productivo de ciclos lunares, las narrativas orales y conocimientos etno-botánicos suelen protagonizar las reuniones hogareñas que congregan familiares y amigos, desplazamientos y recorridos por ciertos hitos espaciales y durante la realización de labores productivas habituales (siembra y cosecha, pesca, caza y recolección). 

Desde muy temprana edad, y como parte de las pautas de crianza, los jóvenes acompañan a sus familiares en rutinas domésticas como los recorridos, la recolección, la cacería, la pesca, la siembra y la preparación de alimentos. La transmisión de estos saberes supone experiencias corporales y comunicaciones cara a cara. 

El acceso y uso de este patrimonio es horizontal e igualitario, aunque existen roles específicos definidos en torno a la estructura social, particularmente, por las categorías de género y edad. Entre los mapoyo, los ancianos y ancianas son los principales portadores de estos conocimientos, al conservar los saberes mitológicos, así como las historias y los relatos sobre los espacios simbólicos. En cambio, las prácticas diarias constituyen un bagaje de destrezas y habilidades recreadas por todos los miembros de la comunidad, incluyendo ancianos, jóvenes y niños. Las mujeres son portadoras del conocimiento asociado a la agricultura y gastronomía, mientras el saber de la caza, pesca y recolección es mayormente de dominio masculino. También existen roles en el manejo de los conocimientos medicinales entre las mujeres (farmacopea popular) y los hombres (prácticas rituales curativas).

“La memoria cultural mapoyo, sus prácticas y espacios simbólicos tradicionales” es un patrimonio inmaterial dinámico que posee múltiples funciones sociales y culturales. Esta expresión reafirma la memoria colectiva y transmite el conocimiento indispensable para la vida cotidiana, brindando a sus practicantes un sentido de pertenencia y continuidad. Asimismo, al enlazar de manera armónica la memoria con el espacio, estos conocimientos y prácticas promueven la cohesión social y la solidaridad, al tiempo que reafirman la consciencia e identidad étnica. Además, la transmisión de este legado intangible ha permitido a los mapoyo consolidar su identidad singular y establecer relaciones y diálogos pacíficos con otras comunidades indígenas y criollas. Los conocimientos tradicionales también evocan las formas de vida de sus antepasados, brindándoles a sus miembros un hilo conductor que describe su trayectoria histórica como pueblo indígena. 

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La Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire

La Parranda de San Pedro es una manifestación popular de carácter ritual y festivo. Aunque imprecisa, su primera referencia histórico-documental ubica su origen a principios del siglo XIX. 

Los preparativos de la festividad se inician varios meses antes de junio, cuando los parranderos agrupados en comparsas, ensayan música, cantos y bailes, renuevan el vestuario y designan las personas que van a encargarse de las actividades preparatorias.

En la tarde de cada 28 de junio, los miembros de cada Parranda vistiendo su ropa cotidiana, encierran sus respectivas imágenes de San Pedro en las Iglesias de Santa Cruz de Pacairigua, de Guatire, y en la Catedral de Nuestra Señora de Copacabana, de Guarenas, iniciándose el Velorio con el canto de coplas alusivas al Santo que se prolonga hasta las doce de la noche. 

El 29 de junio, día de San Pedro, después de haber escuchado la misa cantada en la Iglesia y recibido el “permiso” y la bendición del sacerdote para que la imagen del Santo salga, los parranderos, todos del género masculino,  con el rostro pintado de betún negro y ataviados de forma característica, junto a la comunidad desbordan las calles con alegría y entusiasmo. Entonan coplas y danzan al ritmo de la música, “bailando” la imagen de San Pedro con el objeto de rememorar la tradición oral según la cual el Santo sanó a la hija enferma de la esclavizada María Ignacia. Durante el resto del día, visitan casas de viejos parranderos que han contribuido al legado histórico y cultural de la manifestación, así como de promeseros que abren sus hogares al Santo y a los parranderos. 

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Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela

En diversas comunidades de Venezuela se realiza el culto al Santísimo Sacramento mediante la celebración del ritual de religiosidad popular denominada Diablos Danzantes de Corpus Christi, que se efectúa en el marco de la festividad católica donde se resalta la presencia de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía.  Los danzantes se agrupan en cofradías o hermandades, que se identifican a sí mismas de acuerdo al nombre de la localidad en la cual se desenvuelven, esto es por ejemplo, las poblaciones de Cata, Chuao, Turiamo, Ocumare de la Costa, Cuyagua, San Millán, Yare, Tinaquillo, San Rafael de Orituco, Patanemo y Naiguatá. 

Dichas cofradías, conformadas entre los siglos XVII y XIX, en la actualidad han sido registradas jurídicamente como Asociaciones Civiles para propósitos administrativos y organizativos ante las instancias públicas.  Para los efectos del desarrollo de la manifestación, los portadores, que suman cerca de 5.000 personas, mantienen la estructura  jerárquica original de las cofradías.

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